Anton Sawyer
era mi hermano, él era simplemente un niño, al menos para mamá, para su
alrededor era un joven problema, pues yo era la que iba a la escuela cuando el
director llamaba por su conducta.
Anne, solo
compréndelo, es tu pequeño hermano.
Pero no, era
mi hermano, si, pero no era pequeño, tenía la edad suficiente como para ir
arrestado o como para salir de casa y jamás volver.
Nuestro hogar
se basaba en él, en donde estaba, en qué hacía. Anton tenía ciertos problemas mentales desde los tres
años, de ahí ha pasado con psicólogos y especialistas para tratarlo, pero
siempre hubo algo más y era la violencia con la cual trataba a sus pares.
Mamá dejó de
trabajar para estar al tanto de él, nos pidió a todos los de la casa que Anton
era la prioridad, importaba incluso más que nuestras propias obligaciones, por
lo que yo nunca fui a la universidad.
Muchas veces
pensé en irme de casa, en abandonarlos, pero no quería ser como aquella figura
paterna que jamás apareció para conocer a sus progenitores, por lo que supe, él
despareció porque no creía capaz de mantener a una mujer que no tuviera su
cordura. Mamá no estaba loca, solo que amaba mucho a su pequeño, incluso más
que a mí.
A Anton jamás
se le celebraba el cumpleaños y la vez que mamá quiso hacerlo este se puso a
gritar, la golpeó y salió corriendo. No volvió hasta dos días después, cuando
la policía iba a dar por finalizada la búsqueda, llegó solo y con rasguños en
la cara, aparentemente se habría caído.
Cuando Anton
cumplió los quince, las cosas comenzaron a empeorar.
Era la
primavera de 1999 y Anton comenzó a ir a una escuela pública porque mamá creía
que su condición podía desaparecer con buena compañía. En esta escuela no fue
así. Un grupo de chicos comenzó a molestar a Anton por sentarse al rincón del
salón y dibujar unas rayas en una hoja de papel arrugado, el cual siempre
llevaba con un lápiz a todos lados. Los chicos vieron esto y le quitaron el
papel, el cual quemaron una vez que todos se fueron del salón, mi hermano se
puso como loco a gritar y a tirar mesas y sillas, todo lo que tenía a su
alcance.
“Eres
lunático’’, le dijo uno de ellos y lo sé porque cuando fui a hablar con el
director sobre lo ocurrido, Anton no dejaba de decir esa frase.
Transcurrieron
tres días luego que pasó eso, todo parecía ir bien, mamá arreglaba el cuarto de
Anton con pinturas de gatos en la pared y una cajita de cartón, de la cual
provenía un tierno maullido. Cuando Anton llegó a casa, mamá le entregó la caja
y una vez abierta, la cabeza de un felino negro y de ojos verdes comenzaba a
aparecer lentamente.
Anton lo llamó
“Ginebra”.
Desde que
Ginebra llegó, se volvió la única compañía de mi hermano, iban a todos lados
juntos, en el período de vacaciones Anton no dormía y se dedicaba a peinar lo
poco que Ginebra tenía de pelo, hasta dejarlo más que brilloso, sufría por él
cuando no había para su comida, por lo que él mismo salía al patio en
busca de ratones que cazaba él mismo. Hubo un momento en el que el cuarto de
Anton era hasta un criadero de ratas exclusivo para Ginebra, quien observaba
atento las cajas producto el chilido que estas emitían. Cuando me percaté de
esto y mientras Anton salió con Ginebra a dar un paseo, me dediqué a sacar las
cajas con ratas del cuarto y cuando llegaron, Anton se lanzó sobre mí y mientras
me golpeaba repetía “¡Puta!”
Finalmente,
mamá escuchó lo que pasaba y corrió por su “pequeño”, le tomó a mano y se lo
llevó a su cuarto. Al anochecer me dijo que yo tenía la culpa del descontrol de
Anton y que mañana mismo saliera a buscarle sus ratas. Jamás lo hice, porque en
vez de eso yo comencé a comprar tarros de pescado para Ginebra.
Cuando Anton
tuvo que volver a clases se sintió muy triste, le expliqué de buena forma que
Ginebra no iba a la escuela porque este iba a una de gatos. Pareció comprender,
porque empezó a aplaudir y agarró a Ginebra como si fuera un bebé,
probablemente lo vio en alguna mujer del pueblo, él solía repetir las cosas que
las personas hacían.
Entonces, Anton
volvió a la escuela como de costumbre, lo dejé en la entrada de esta y volví a
casa, pero no sin antes de comprarle la comida a Ginebra.
Llegando a
casa vi a mamá barriendo el patio, se veía alegre al salir de casa, pues solo pasaba
encerrada tejiendo.
Mientras ella
estaba abajo me fui a buscar a Ginebra al cuarto de Anton, pero mi sorpresa fue
tanta al no verlo ni ahí ni en el patio, por lo que comencé a preocuparme, pues
si Anton no veía a Ginebra en casa, este se iba a poner como loco e iba a hacer
cualquier cosa por su gato.
Le dije a mamá
obviamente todo lo que estaba pasando y me ayudó con la búsqueda del felino,
era muy imposible que Ginebra desapareciera, pues solía quedarse en el cuarto
todo el día hasta que Anton volviera y después salían a dar una vuelta.
Pasaron cinco
horas y después de tantos gritos por el gato, aún no había rastro de él, ni
siquiera los vecinos lo habían visto y menos en el bosque, me puse a pensar en
donde lo vi la última vez, estaba en los brazos de Anton, pero no vi más hasta
que este fue a ordenar su mochila.
Claro, Anton
se lo llevó a la escuela.
Inmediatamente
me fui para allá, sin decirle a mamá claramente, mientras ella cortaba la leña en el
patio trasero con mucha calma.
Una vez que
había llegado me fui donde el director para preguntar por mi hermano y también para contarle sobre la situación ocurrida. Justamente, en el momento en que le relataba lo sucedido, llegó una de las profesoras horrorizada, apenas podía articular palabra y solo pudo decir: ''Por favor, tienen que ir al gimnasio.''
Los tres fuimos corriendo hacia el lugar indicado y una vez que llegamos, vimos algo para no creer.
El grupo de chicos que aparentemente molestaba a Anton yacían colgados del cuello en el techo del gimnasio, tenían cortes horrendos en las piernas en las cuales se dejaba ver la carne, tanto los labios como los párpados estaban morados y danzaban de arriba hacia abajo producto las cuerdas que el mismo Anton jalaba, de modo que Ginebra jugueteara con ellos.
El director de la escuela llamó a los padres de las víctimas, de ahí vino la policía a investigar lo sucedido y prontamente llevarse a Anton a la cárcel, en donde con mi madre pasamos la noche.
Finalmente mi hermano no fue a parar a una cárcel normal, sino que fue enviado a un centro psiquiátrico en donde también cumple su condena. Fue considerado un peligro absoluto para la sociedad. En el juicio realizado fue declarado obviamente culpable, producto testigos y otras pruebas encontradas en el lugar.
Ginebra no fue sacrificado o algo por el estilo, yo misma me aseguré de que una familia ideal se encargara de criarlo y darle el amor adecuado que merecía.
A mi hermano lo voy a ver cuando puedo, ya que posterior a los hechos ocurridos decidí estudiar y trabajar, para así poder sacar a mi madre adelante y así tratar de olvidar ciertas imágenes y hechos de los cuales espero que Anton algún día pueda explicar.